Arquitectura e identidad: Panamá revisa su legado construido para proyectar el futuro

Un Café Científico de la Senacyt reunió a especialistas que analizaron cómo la arquitectura panameña, desde la colonia hasta el siglo XX, moldea la memoria, el territorio y la identidad nacional.

En un ejercicio de reflexión académica sobre la construcción cultural del país, la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt) celebró el Café Científico “Arquitectura e identidad”, un espacio que examinó cómo las formas edificadas, los modelos urbanos y los paisajes transformados han acompañado la evolución histórica de Panamá. El encuentro abordó cuatro etapas decisivas: la colonización española, el inicio de la República, la configuración del territorio canalero y la arquitectura tropical moderna de mediados del siglo XX.

La Dra. Patricia Cid, investigadora del Cihac y docente de la USMA, abrió el diálogo con un análisis de la arquitectura colonial como símbolo de identidad. Destacó que, con el paso del tiempo, “la arquitectura se vuelve reflejo y símbolo de las expresiones de una sociedad”, al conservar en sus muros la memoria de procesos políticos, económicos y culturales. Su exposición revisó la transición de “ciudad–mercado” a “ciudad–fortaleza” en Tierra Firme, mostrando cómo la defensa militar, las relaciones socioculturales y la implantación española definieron las primeras tipologías urbanas y consolidaron la identidad panameña en formación.

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La segunda intervención, a cargo de la Dra. Silvia Arroyo de la Universidad de Panamá, se centró en los inicios republicanos y el desafío de crear una identidad nacional desde la arquitectura. A partir de la colaboración entre el ingeniero panameño Florencio Harmodio Arosemena y el italiano Gennaro Ruggieri, explicó cómo obras como el Teatro Nacional integraron la ingeniería moderna con los lenguajes estéticos del Ottocento italiano y la escuela Beaux-Arts. Esta alianza simbolizó la aspiración del nuevo Estado a proyectarse como nación moderna, técnica y culturalmente activa.

Arroyo destacó que esta cooperación generó redes transnacionales de conocimiento, impulsó capacitaciones locales y promovió una cultura material que fusionaba las aspiraciones republicanas con influencias europeas. Bajo esta mirada, las primeras obras públicas del país dejaron de ser simples proezas constructivas para convertirse en manifestaciones de un proyecto cultural que buscaba articular progreso, identidad y pertenencia.

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En la tercera ponencia, la Mgtr. Almyr Alba analizó el Canal de Panamá como patrimonio construido y paisajístico. Recordó que su desarrollo combina múltiples capas históricas: el ferrocarril del siglo XIX, el fallido intento francés y la obra estadounidense del siglo XX. Estas intervenciones redefinieron el territorio mediante nuevos modelos urbanos, tipologías arquitectónicas e infraestructuras inéditas en el país. A pesar de su importancia para comprender el Panamá contemporáneo, Alba advirtió que aún existe un vacío en los mecanismos de valoración y protección del legado canalero, incluso tras más de 25 años de administración panameña.

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El cierre estuvo a cargo de la Dra. Marixa Lasso, quien subrayó la necesidad de revalorizar la arquitectura tropical moderna de las décadas de 1950 a 1970. Afirmó que estos edificios, marcados por la adaptación climática, la creatividad local y una estética propia del trópico, constituyen un patrimonio subestimado que aporta claves esenciales para comprender la identidad urbana del país. Su propuesta incluye ampliar la noción de centro histórico y desarrollar normas diferenciadas para cada periodo patrimonial.

Las especialistas coincidieron en que la arquitectura no solo registra la historia, sino que también influye en cómo las comunidades se reconocen, habitan y proyectan su entorno. La discusión abrió la puerta a pensar en nuevas estrategias para proteger el patrimonio, fortalecer la educación pública en torno a él y promover una visión más inclusiva de la identidad construida.