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El Diseño de Iluminación: ¿Inversión o gasto?

Por: Luz Mariela Zacarías C. / Arquitecta + Diseñadora de Iluminación / Guatemala Women in Lighting Ambassador

Esto porque poco a poco se va reconociendo más esta especialidad y lo que antes era un “gasto innecesario” ahora es lo que muchas veces le da vida y complementa la arquitectura. El cliente ahora está más educado, informado y se ha vuelto más exigente en lo que quiere de su proyecto. Ya no se conforma solamente con ambientes con luz para ver, sino que exige ambientes bien iluminados que generen sensaciones y experiencias entre el usuario y el espacio, que influya en la interacción social, de seguridad, garantice el confort visual, que sea eficiente, que no contamine y que sobre todo resalte su concepto arquitectónico y sus requisitos funcionales.

El diseñador de iluminación ha realizado la labor de concientizar y explicar al cliente que lo que se realiza no es lo que muchos piensan que es: “poner foquitos”. Va mucho más allá de eso, pues desde el primer análisis del proyecto, inicia la aventura y el desafío de demostrar que la iluminación es algo así como un traje hecho a la medida, o como decía un colega “nosotros no jugamos con la luz, la luz juega con nosotros”.

Cada proyecto, cada material, cada color, cada ambiente y cada elemento, se comportan de diferente manera dependiendo del tipo de iluminación que se proyecta sobre ellos.  Muchas veces las pruebas de iluminación en campo y las simulaciones en computadora terminan sorprendiéndonos, pues se crean efectos que no fueron planificados en su totalidad y que generan matices y experiencias interesantes.

Muchos se preguntan si un diseño de iluminación debería de ser pagado o no; y al entender con exactitud cuál es el trabajo que se realiza y la forma en la que se logra que la iluminación sea la comunicadora de muchas emociones y requisitos, y al mismo tiempo lograr transmitirla de una forma que sea realizable y entendible a todos, es lo que muchas veces deja satisfacción en ambas partes.

Para lograr eso, deben ponerse en práctica muchos aspectos que irán modelando cada diseño, todos los conocimientos de arquitectura, historia, ingeniería, estructura, urbanismo, arte, psicología, paisajismo, y lo que muchos de pequeños no disfrutábamos: LA FÍSICA, y sí, la luz es eso, una pequeña parte de la radiación electromagnética que el ser humano es capaz de ver.

El diseño de iluminación no termina aquí, después del contacto con el cliente y con todo el equipo de especialistas, deben tomarse en cuenta todos los requisitos y necesidades de cada uno, para luego unificarlos y generar una propuesta en donde lo más importante es la obra arquitectónica.

El justo balance entre la parte técnica y la estética, pues una no puede existir sin la otra, es justamente lo que diferencia un diseño de iluminación con un diseño eléctrico.  El diseñador de iluminación es el traductor de emociones que el arquitecto tiene de su proyecto, y estas emociones deben ser transmitidas en un idioma completamente técnico hacia el ingeniero eléctrico.  Por lo que la comunicación y el trabajo entre ambos especialistas son fundamentales para que una propuesta de iluminación funcione. Esta misma comunicación debe mantenerse con los interioristas, con el contratista eléctrico, con los fabricantes y con el distribuidor del producto.

El diseñador de iluminación además de proporcionar al proyecto sus conocimientos en temas de iluminación artificial y natural, también aporta su conocimiento en sistemas de control, lo que está directamente relacionado con el ahorro energético.

Teniendo en cuenta un presupuesto, puede darse la mejor solución y buscar las alternativas que mejor respondan a las necesidades del proyecto sin dejar de un lado el confort visual del usuario, tomando en consideración el mantenimiento al producto instalado.  Así mismo, puede apoyar durante el proceso de compra de los productos, para asegurarse que la adquisición de estos sea como se diseñó o evaluar la posibilidad de buscar sustitutos del producto originalmente propuesto.  Puede acompañar durante la fase de instalación del producto, y resolver de una forma más rápida los problemas que se puedan presentar en la obra.

El valor añadido de un diseño de iluminación va más allá de la propuesta visual de un proyecto, pues la variada experiencia de un diseñador y su conocimiento en las áreas arriba mencionadas son las que a largo plazo harán que el pago por el servicio no sea visto como un gasto sino como una inversión.

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